UNA SONATA FALLIDA por Vladimir Eisenstein
Regresa a la ficción Fernando Trueba, después de siete años en los que volcó su quehacer en la música, y retorna, como debe ser, con una apuesta ambiciosa: “El baile de la victoria”. Con la baza segura de Ricardo Darín al frente del reparto, basándose en una novela de Antonio Skármeta, escritor y guionista al que todos recordamos por la hermosa película “El cartero y Pablo Neruda”, y rodando en Santiago y escenarios naturales chilenos que dan fuerza y realismo al argumento y que la dirección de Trueba recrea con acierto y sin dar sensación de postal en instante alguno.
Con tan buenas cartas, Fernando podía haber elaborado un guión sólido y convencional que le asegurase el éxito y aumentase, si cabe, su prestigio. Le honra que no haya sido así y se haya arriesgado, lanzándose al escurridizo terreno de los sentimientos y el lirismo, supongo que porque el relato de Skármeta así lo pide y él no ha querido cambiar ese enfoque.
La crítica ha sido muy dura, demasiado quizá. Es cierto que no consigue su objetivo, pero tampoco, como yo me temía, se hunde en lo cursi y la poesía barata. La realización de Trueba es más que correcta, domina el scope con su habitual soltura y, aunque no emocione, tampoco irrita ni chirrían los goznes.
Ocurre que el guión elaborado por Fernando, su hijo Jonás y el escritor Skármeta está mal construído, le falla la viga maestra. Esa viga tenía que ser, sin duda, el personaje de Victoria (Miranda Bodenhöfer). Sus ojos tenían que ser los nuestros, a través de su mirada y sus expresiones tenía que habérsenos transmitido toda la intensidad, el sentimiento y la poesía del relato. La cámara tenía que haberse demorado con ella y las escenas de pareja tener más juego de miradas, más clímax. Sin embargo sólo se nos la presenta como pobre víctima, animalito acorralado, mariposa herida. Sin protagonismo, escondida en su rincón, inspira piedad, pero no nos metemos bajo su piel. La narración de Trueba, entonces, se queda sin corazón.
El tiempo que no se le dedica a Victoria se le dedica a Vergara Grey (Darín, espléndido) y no es necesario. Arranca la película con dos historias en paralelo que suponemos acabarán por confluir. La historia en negro del atracador Vergara y la historia en rosa de la parejita (con un inocente y entusiasta Ángel Santiago que interpreta muy bien Abel Ayala). Pues no confluyen, no se entremezclan ni enredan, otro fallo en la estructura del guión. El devenir de Vergara sólo sirve para darnos un retrato prescindible de su vida y se acaba diluyendo sin conflicto alguno, sin pena ni gloria. ¿Para qué entonces tantas secuencias que se acaba llevando el aire? Aire, por cierto, que tememos arrastre en cualquier instante a una esquelética Ariadna Gil, que luce un aspecto enfermizo, una delgadez extrema. ¿Tenemos que resignarnos a verla limitarse a poner cara de sienes moraítas de martirio, siendo una gran actriz?
Cabe concluir que Trueba se desenvuelve mejor en lo coral, en lo terrenal, en los ritmos del jazz latino, que en las exquisitas y aladas sonatas para viola y violín.
Creo que voy a ser muy critico con esta cinta, solo decir que el guión como dice Vladimir esta muy mal estructurado, tanto que tiene uno la sensación de perderse entre lo onírico y la extrema realidad chilena. También sobran unas cuantas escenas que se hacen demasiado explicitas a la vez que también como dice Vladimir se nos quedan muchos flecos sin matizar especialmente de Victoria. Muchas pinceladas inconexas aunque como he dicho principalmente el guión es la pieza que falla. Esperaba bastante más.
ResponderEliminarDe Ariadna mejor no hablar.