UNA FRÍA DESCRIPCIÓN DEL APOCALIPSIS por Vladimir Eisenstein.
La novela “The road” nos narra la huída hacia el sur, en busca de un clima más benigno, de un adulto y un niño, su hijo, tras una catástrofe planetaria indefinida que ha provocado un “invierno nuclear”. Animales y plantas han desaparecido y todo está abrasado. No hay alimentos. Adaptar la prosa del magistral Cormac Mc Carthy, con sus duras e hirientes descripciones, al cine, entraña la dificultad de recrear esa atmósfera, esa desolación del paisaje tras el apocalipsis, que es también desolación metafísica. No hay vida y tampoco hay Dios.
El director australiano Hillcoat ha contado con el fotógrafo Javier Aguirresarrobe para este trabajo y Javier cumple con creces con una fotografía en color que no lo parece, dominada por los grises y negros, con los débiles colores cubiertos por una capa de ceniza que los apaga. El reparto encabezado por Viggo Mortensen y la música a cargo de Nick Cave son también un acierto, pero a Hillcoat le falta nervio. Su realización parece atemorizada y respetuosa en exceso, no se arriesga. Bien, podría funcionar, pero entonces hay que apoyarse en la interpretación y dejar que hablen los rostros de los actores y no es que la cámara de Hillcoat se demore mucho en ellos precisamente. En mi memoria queda un Mortensen con gestos esquivos y poco diálogo de miradas entre él y su hijo. Un problema de montaje, quizá.
Ya de entrada hay dos recursos fáciles, demasiado manidos, a los que acude el director. El primero la tan peligrosa voz en off, tan difícil de manejar, y a la que se acude cuando no sabes expresar en imágenes la calidad literaria del texto. Mal. El segundo el tantas veces visto en el cine americano panorama de familia ideal cuya arcadia se verá abruptamente interrumpida por el mal en estado puro, sea el psicópata de turno, la catástrofe natural o un accidente inesperado. Si no es necesario explicar por qué el mundo está en ruinas, ¿era necesario explicar en flash back que papá y mamá se querían? Las imágenes, los tiempos, los silencios y los rostros de los actores deberían habernos transmitido toda la gama de sentimientos y la negrura poética de la situación.
¿Y qué nos cuenta la película? En esencia el empeño de un padre en salvar a su hijo. No sólo su vida, sino también su espíritu, impedir que caiga en la degradación moral a la que la humanidad, que ha retrocedido a su pasado de especie carroñera, se ve abocada. Quiere que su hijo siga siendo humano. Noble empeño y ambicioso tema. Hillcoat tampoco sabe manejarlo. Se lía en un pueril y confuso discurso de buenos y malos, comprensible, porque está dirigido a un niño, pero con los niños puedes utilizar explicaciones sencillas, pero que tienen que ser coherentes. El esfuerzo del padre nos resulta torpe y yo no conseguía simpatizar con él. En un mundo en que los valores han cambiado tan abruptamente como el paisaje, en el que la ley suprema es la supervivencia, no morir de hambre, delitos como robar o matar empiezan a sonar a escrúpulos innecesarios e incluso el canibalismo adquiere otro sentido. La ética de clase media ya no sirve y si la presentas tienes que presentarla como inservible, no como heróica. Hillcoat en sus declaraciones es elocuente, habla de “amabilidad, honestidad, fe y esperanza”. Esta paleta de valores de tendero cristiano sólo puede hacernos reír y armado con esos valores nos queda claro que el niño durará en tan brutal mundo lo mismo que una bolsa de chuches a la puerta de un colegio.
También ocurre que Hillcoat no dedica a la maldad y la degradación moral el tiempo que requiere. Salen malos, sí, se cuentan las maldades que hacen, pero están por ahí como los lejanos indios del viejo oeste, sólo como amenaza, con poca presencia cercana y física. Apenas les vemos comportarse en la corta distancia. Realzar esa degradación, hacérnosla repugnante, habría realzado a su vez el empeño moral del padre, si no se queda en moralina.
Y el final, que no puedo destripar, es ya irritante. Inverosímil y con ecos de los pioneros del Mayflower, resulta un verdadero despropósito. En conclusión y es una lástima, una película que nos transmite mucho frío (su mayor acierto), pero que también nos deja fríos.
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