F I C H A T É C N I C A
Título original: Cesare Deve Morire
Dirección: Paolo Taviani y Vittorio Taviani
Guión: Paolo Taviani, Vittorio Taviani y Fabio Cavalli
(basado en la obra "Julio César" de William Shakespeare)
Producción: Grazia Volpi
Fotografía: Simone Zampagni
Montaje: Roberto Perpignani
Música: Giuliano Taviani y Carmelo Travia
Intérpretes: Cosimo Rega, Salvatore Striano, Giovanni Arcuri, Antonio Frasca,
Juan Darío Bonetti, Vittorio Parrella.
Duración: 76 minutos.
S I N O P S I S
Acaba de terminar la representación de "Julio César" de Shakespeare en el teatro de la cárcel de Rebibbia en Roma. Las luces se apagan y los actores vuelven a su condición de presos camino de las celdas. Seis meses antes el director de la cárcel y un director de teatro se dirigen a los presos para hablarles de un nuevo proyecto, la escenificación de la obra "Julio César" en la cárcel. El primer paso es elegir el reparto. El segundo, el estudio del texto. Es un camino largo, difícil, plagado de ansiedad y de esperanza. Estos suelen ser los sentimientos que invaden a los presos en sus celdas, después de los ensayos.
¿Quién es Giovanni, el hombre que encarna a César? ¿Y quién es Salvatore, convertido en Bruto? ¿Qué han hecho para estar condenados al encarcelamiento? La película no intenta esconder sus crímenes. Pero el orgullo y la pasión que sienten por la obra no siempre libera a los presos de la exasperación que produce la cárcel. Sus violentos enfrentamientos incluso hacen peligrar la representación. Cuando llega el tan esperado día, Julio César vuelve a la vida en el escenario de una prisión.
C R Í T I C A
“ABORRECER EL DELITO, COMPADECER AL DELINCUENTE” por Vladimir
Eisenstein
Más de un siglo ha transcurrido
desde que Concepción Arenal escribiera su célebre frase de “Aborrece el delito,
pero compadece al delincuente” y décadas desde que en 1936 la CNT con
arrebatado e inconsciente idealismo pusiese en libertad a multitud de presos
comunes por considerarlos “presos sociales”. La percepción del crimen y del
criminal ha cambiado mucho y es palmario que el objetivo hoy de la ley es el
castigo y raramente la reinserción. Amparándose en los derechos de las víctimas,
múltiples voces claman venganza, como si uno de esos derechos fuese dictar el
castigo, y exigen a unos políticos cada vez más populistas, el agravamiento de
las penas. Y las agravan, sin que ello traiga consuelo ni contribuya a la
disuasión, sólo aumenta el sufrimiento de los penados.
Detrás de un delincuente siempre
hay un ser humano con su dignidad, no tan distinto al ciudadano honorable y
desde luego no diabólico, aunque sea responsable de sus actos y deba responder
ante sus víctimas y la sociedad por ellos. Esto es lo que los venerables
hermanos Taviani quieren recordarnos con su pertinente película “César debe
morir” en estos tiempos en los que prolifera tanto justiciero importado allende
el océano.
Se trata de un breve documental
que retrata el montaje teatral de “Julio César” de Shakespeare por un grupo de
presos de la cárcel de alta seguridad de Rebibbia en Roma. Los Taviani enfocan
con mirada antropológica y desdramatizada el esfuerzo interpretativo de estos
curtidos criminales. Ves como, a través de sus arrugas y cicatrices, se abren
paso con dificultad las emociones y tienes la sensación de que su experiencia
vital nunca podrás llegarla a entender, porque nunca has padecido años de
encierro.
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