TÍTULO ORIGINAL: Celda 211
UN REPARTO COJO por Vladimir Eisenstein
Supongamos que el tópico de la mala calidad del cine español sea cierto, pero lo que es innegable es que disfrutamos de unos actores de alto nivel. En casi todas las últimas películas españolas que he visto, la interpretación, de al menos un protagonista, conseguía hacer remontar el vuelo a unas narraciones más o menos alicortas.
“Celda 211” no es una excepción. Toda la fuerza motriz del film la desarrolla el poderoso Luis Tosar que, como cabía esperar, cumple con creces. Hasta nos da la sensación de que está cómodo, que ha basado su actuación en lo físico, en la caracterización, sin mayor esfuerzo, y que podría haber dado más matices.
Daniel Monzón es un director con vocación de género, lo cual es muy de agradecer. Intentar entretener con buenas historias es una muestra de respeto al público. No ha conseguido hasta ahora una película que funcione como un reloj, pero su trayectoria acredita que sabe narrar. En esta ocasión se queda muy cerca de conseguirlo. Parte de una idea argumental brillante: qué pasaría si en un motín carcelario los rehenes son etarras. Provocativa idea.
No es lo mismo presos sociales que presos políticos, siempre ha habido clases y ya sabemos que los presos comunes son carne de cañón, un desecho de la sociedad que incomoda a los que, mejor o peor sobornados, nos adaptamos al injusto sistema penal establecido. Sólo queremos no verlos, que sean encerrados, que los centuriones policiales se ocupen de ese sucio trabajo de erradicar el mal y así podamos dormir tranquilos. Cómo se les trate no nos interesa y pedimos condenas cada vez más altas, pero tampoco queremos que se construya una cárcel cerca de nuestra casa.
A esta panda de chorizos, camellitos y asesinos de puñalada, si se amotinan, se les puede reducir con los GEO, aunque de paso caiga un funcionario como daño colateral, pero si la vida de los gudaris del norte, por muy asesinos que sean, corre peligro, el gobierno pierde el culo. Interesante situación, pero hay que desarrollarla y el eje sobre el que girará el argumento está también muy bien escogido: un funcionario novato queda atrapado en medio de la algarada, pero consigue hacerse pasar por preso, él catalizará la acción. Se trata de un personaje que encontramos con frecuencia en el cine americano: un pobre diablo, un ciudadano vulgar que se ve envuelto en una situación excepcional que le abre los ojos, que además le acaba salpicando en lo más íntimo y entonces se transforma, se crece, se rebela y se comporta con un coraje inaudito.
Y, lástima, porque en “Celda 211” esa transformación no es muy sólida. Sucede que Alberto Ammann no es el actor adecuado para este papel, pues es un papel que requiere un físico de característico, una cara de pobre diablo más elocuente, alguien como José Luis Ozores, con un rostro más expresivo y que nos transmita su evolución interna con claridad, un don nadie al que, cuando le veamos comportarse como una fiera, nos asuste, nos quedemos asombrados. Alberto tiene cara de buen chico y parece majo, pero nos recuerda más a Mathew Mc Conaughey que a un recién casado mileurista que acaba de comprarse el pisito. Es demasiado listo y guapete, no le faltan recursos desde el principio, cuando sabe camuflarse de preso, y sabemos por tanto, con toda anticipación, que va a dar la talla, y no nos asombra lo suficiente que saque una fuerza desconocida de su interior. Su drama es proporcional, no épico.
Y no cojea sólo él. Todo el reparto resulta descompensado. Nada que objetar al elenco delictivo, pero el bando de los funcionarios no da la talla. El guión y la dirección artística los descuida y tienen personajes endebles, apenas esbozados, sobre todo en el caso del carcelero malo, cuya caracterización psicológica se reduce a que le gusta dar palos. Para este personaje de bruto, pero no maligno, tampoco hacía falta contratar a Antonio Resines. Y si ni al bueno ni al malo les calza su personaje…
Y es que la verosimilitud es el talón de Aquiles del cine español. Falta naturalidad. A nuestros guionistas les cuesta crear personajes y situaciones creíbles. En Celda 211 el “enamoramiento” de Malamadre (Tosar), el peligroso cabecilla y delincuente nº 1, por un tipo tan lejano a él, ese pringao que no ha matado una mosca, es demasiado súbito y requería, cucharadita a cucharadita, un desarrollo en varias situaciones, que además hubieran sido jugosas, para que nos lo tragásemos con gusto.
Esperemos que Daniel Monzón en su próxima película se emocione no sólo con el relato y el protagonista, sino también con los detalles, con todos. La artesanía que exige la mecánica del cine de género es muy exigente, cuando haces arte los logros pueden tapar los descosidos, pero un tropezón en un buen relato y se cae.
Bravo por tu crítica Vladimir.
ResponderEliminarAunque solo sea por la interpretación de Luis Tosar ya merece la pena ver esta película. Nunca sospeché que debajo de esa carita de esmirriao pudieran caber tantos músculos. Puede que tenga papeles más complejos y, como dicen los expertos, con más "matices". Pero aquí borda y ribetea a Malamadre con encaje de bolillos
ResponderEliminarActores de alto Nivel. (Muy alto(todos))
ResponderEliminarLuis Tosar se sale.
Daniel Monzón consigue hacerla funciona.
La Historia funciona.
Cine de genero perfecta.
Incluso Resines se sale de sus papeles habituales para sorprendernos.
Alberto Ammann tambien lo hace muy bien (esta en su papel de niñato nuevo en el tema).
Ole por el cine "Español ???"