jueves, 10 de septiembre de 2009

EL SÉPTIMO SELLO



Título original: Det Sjunde inseglet
Género: Drama
País: Suecia
Año: 1956
Duración: 96 minutos
Dirección: Ingmar Bergman
Interpretación: Gunnar Björnstrand Bengt Ekerot Nils Poppe Max von Sydow Bibi Andersson Inga Gill Maud Hansson Inga Landgré Gunnel Lindblom Bertil Anderberg Anders Ek
Guión: Ingmar Bergman
Fotografía: Gunnar Fischer
Música: Erik Nordgren

ARGUMENTO

Un caballero regresa de las cruzadas con su escudero. En el camino encuentran que la peste está asolando el territorio. De repente la Muerte se le presenta al caballero, quien desea un plazo, no porque tema morir, sino porque desea adquirir un poco de conocimiento. La Muerte le permite jugar con ella al ajedrez; pero no tiene capacidad de darle respuestas. Una familia de juglares, un clérigo desalmado, una muchacha acusada de brujería y otros personajes son los últimos encuentros del caballero antes de llegar a su castillo.

CRÍTICA AL ALIMÓN

La muerte, la peste y el ajedrez (por Vladimir Eisenstein)

El ajedrez es un juego muy serio. Tan serio que la jugada final se llama “jaque mate”. Una partida de ajedrez contra la Muerte, que juega con negras, claro, es el tema central de “El séptimo sello”. El escenario es una zona de escarpada costa en la Suecia del siglo XIV. La peste negra se extiende y las humanas piezas del tablero van cayendo al azar. Se dice que una mujer ha parido una cabeza de ternera y hasta los rayos del sol anuncian el apocalipsis. Flagelantes recorren los caminos, se encienden piras para quemar a las brujas y los que se atreven a acercarse a los cadáveres es para robarles. Hasta los ricos tiemblan. Nadie está a salvo.

Un caballero entra en esta desolada escena. Regresa de las Cruzadas a las que se unió con juvenil idealismo. La experiencia de esa salvaje excursión de pillaje y masacres por Tierra Santa ha minado su fe. Camina, pero vacío, sin alma, y busca desesperado una mínima prueba de la existencia de Dios, existencia cuestionada por tanto sufrimiento sin sentido. Su escudero pone el contrapunto escéptico y descreído: “Por más vueltas que demos, el trasero lo tenemos siempre detrás”, nos asegura burlón. No discuten, ¿para qué? Un destino común les aguarda y hace superfluas todas las palabras. El caballero reta a la Muerte, que ha venido a buscarle, a una partida, apostando su vida en ello. La Muerte sabe que ganará, que está escrito, pero es vanidosa y acepta.

Si habéis leído hasta aquí os imaginaréis una película tan dramática y patética como la danza de unos condenados. Y, sí, Bergman nos dice que todos estamos condenados sin remisión y que la salvación divina es, cuando menos, muy improbable, pero que en este valle de lágrimas hay también humor, amor y esperanza, que la salvación humana es posible gracias a un gesto, una buena obra, gracias a la ética.

Hay esperanza y Bergman la encarna en una familia de juglares, trasunto, sin duda, de la Sagrada Familia, pero aquí José es músico, María bailarina y el Niño será malabarista. Su padre sueña con que realice el “milagro” de conseguir dejar una pelota suspendida en el aire. Sólo el genio del gran cineasta sueco consigue que tan sensiblero modelo no nos impulse a apedrear la pantalla, sino a conmovernos.

Sí, las negras ganan, y ganan siempre y algún día se llevarán al niño, pero el caballero ha engañado en vida a la Muerte. ¿Cómo? No voy a desvelar la trama, pero no dejéis de ver esta gran película de 1957 que no ha envejecido, que no muestra grieta alguna con el paso de los años. Bergman, el gran cómico, ya murió, pero nos ha dejado este y otros clásicos con los que, desde luego, consiguió burlar a su Parca. La ética y, sí, también la estética nos pueden salvar.



APOCALYPSI, DANZAS Y MEDIEVO (Por Cova)

"Y cuando el Cordero hubo abierto el séptimo sello, siguióse un gran silencio en el cielo, cosa de media hora, y ví luego a siete ángeles que estaban en pié delante de Dios, y diéronseles siete trompetas" (Apocalypsi VIII, 1-2).

Las Danzas de la Muerte se remontan al siglo XIV. Eran una breve representación teatral, cuyo propósito era enseñar que todos los hombres deben morir y deben prepararse para aparecer ante su Juez. El escenario era el cementerio, la parte trasera de la iglesia, o la misma iglesia. El espectáculo se abría con un sermón a cargo de un monje. Al finalizar el mismo, salían unas figuras cubiertas con una máscara de calavera y un traje ajustado, pintado con líneas amarillentas para parecer un esqueleto. Uno de ellos se dirigía a la víctima, que era invitada a acompañarlo más allá de la tumba. La primera víctima normalmente era el Papa o el Emperador. La invitación no se consideraba un favor y el invitado intenta dar variadas razones para rechazarla, pero la muerte acaba llevándose a su víctima. Un segundo mensajero asía la mano de una nueva víctima, un príncipe o un cardenal, a los que seguían otros: labradores, comerciantes, mendigos. Finalmente un segundo sermón reforzaba la idea transmitida por la representación. De estas Danzas y del Apocalipsis de San Juan toma Bergman, que fue también gran director de teatro, la inspiración para su película y de ahí la teatral puesta en escena, interpretación y guión de la misma .

Yo añadiría otra inspiración: Aunque es una película coral, se puede decir que los protagonistas, el hilo conductor, son el caballero y el escudero. Sí. Exacto. D. Quijote y Sancho se vienen a la mente, si bien este caballero no es un loco (pero ¿acaso D. Quijote no tiene momentos de brillante lucidez?), sino un hombre atormentado por las dudas. Y el escudero no es el necio Sancho (¿Necio? pero, ¿acaso no gobernó la ínsula Barataria con sabiduría y prudencia?), sino un hombre que parece tener las ideas más claras que su señor.
El ambiente de esta película es el del terror medieval a la muerte, la inquisición, las terribles epidemias de peste que asolaban Europa y la quema de brujas, mujeres a las que se culpabilizaba de esa siniestra enfermedad por estar en tratos con el diablo.

Bergman, hijo de un pastor luterano, fue educado en los conceptos de pecado, confesión, castigo, perdón y redención, valores que le preocuparán toda su vida y que aparecen en toda su obra aunque, concretamente en esta cinta, Bergman no dramatiza, pero tampoco hace concesiones. Con serenidad, pero implacable, nos dice que la muerte está ahí, que es para todos, que a todos nos llega. Nuestra mirada, cuando el final se aproxima, no tiene por qué ser una mirada aterrorizada, ni resignada, ni alegre. Naturalidad ante todo porque, la muerte es el fin natural de los seres vivos. Los únicos que escapan a la muerte son una curiosa familia de titiriteros, errantes, pobres: La madre, María, el padre José y el niño, Mikael (=Quien es como Dios).

Magnífico guión, Maravillosa fotografía, soberbia interpretación y dirección. Si la perfección existiese, esta película sería perfecta.








4 comentarios:

  1. Genial, simplemente genial tanto esta maravillosa obra de Bergman, el gran cómico, como las críticas. Enhorabuena a Vladimir y a Cova, a Berman no tanto porque ya le conociamos.

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  2. Chicos, me dejáis sin palabras ante vuestras críticas. Sin duda, maravillosa descripción del argumento que invita a no perderse la oportunidad de disfrutar de un clásico.
    Felicidades a Cova y Vladimir; yo, de mayor, quiero ser como vosotros.

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  3. Muchísismas gracias por vuestros piropos. Esto son amigos y lo demás tontería.
    Olga, Eukeni lo haceis muy bien vosotros también.

    Besossssss y una vez más, gracias

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  4. "Vamos a dejar de chuparnos las pollas" Harvey Keitel en "Pulp Fiction"
    JA,JA,JA
    Gracias, muchas gracias, querido público, a quien tanto quiero y tanto debo. ¡Viva Madrid y arriba la Esteban!
    (aviso: es broma)

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Gracias por participar en enCINErados