martes, 17 de agosto de 2010

La vida en tiempos de guerra


Título original
: Life during wartime.
Dirección y guión: Todd Solondz.
País: USA. Año: 2009.
Duración: 96 min.
Género: Comedia dramática.
Interpretación: Shirley Henderson (Joy), Ciarán Hinds (Bill), Allison Janney(Trish), Michael Lerner (Harvey), Chris Marquette (Billy), Rich Pecci (Mark),Charlotte Rampling (Jacqueline), Paul Reubens (Andy), Ally Sheedy (Helen),Dylan Riley Snyder (Timmy).
Producción: Christine K. Walker y Derrick Tseng.
Fotografía: Ed Lachman.
Montaje: Kevin Messman.
Diseño de producción: Roshelle Berliner.
Vestuario: Catherine George.
Distribuidora: Golem.
Estreno en USA: 23 Julio 2010.
Estreno en España: 30 Julio 2010.
No recomendada para menores de 12 años

SINOPSIS

Joy huye de su matrimonio y decide buscar alivio y orientación con su madre y hermanas. Le persiguen visiones de su antiguo enamorado, Andy, que sigue intentando conquistar su corazón a pesar de haber fallecido. Todos los miembros de la familia de Joy parecen envueltos en un dilema particular. Su hermana Trish intenta rehacer su vida con sus hijos después de enterarse que su marido ha abusado de varios niños. Conoce a Harvey, un divorciado solitario a punto de jubilarse, y se agarra a la esperanza de que una nueva presencia masculina aportará estabilidad a su frágil familia. Helen, la tercera hermana, se siente victima de su familia y de su propio éxito en Hollywood, y Mona, la madre de las tres, no consigue superar su amargura hacia el sexo opuesto.


CRITICA. EL CALEIDOSCOPIO DE TODD SOLONDZ (Por Cova)

En el principio es el caos. Una tragedia marca las vidas de unos personajes que se deslizan desordenadamente y sin saber por donde hacia su destino. Pero Todd-dios, los crea, los descuartiza, los desmenuza sin que pierdan ni una pizca de su humanidad (hasta el pederasta deja de ser un monstruo para ser simplemente hombre) ni de su dignidad y cito textualmente: “no tengo hijos pero si los tuviese les dejaría salir en mis películas porque serían tratados con dignidad. Eso sí, nunca daría mi consentimiento para que actuaran en anuncios de Starbucks o McDonalds y que esas compañías hicieran negocio con su imagen”. El resultado es que sales del cine, después de haber reido y llorado, con el espíritu inquieto pero cautivado por la película. Este hombre te coloca un espejo de mil colores ante tu cara para que veas las miserias, las grandezas, los miedos que te construyen como persona, manejando con dura delicadeza (o con delicada dureza, como gustéis) cada una de las piezas del puzzle. A modo de curiosidad, al igual que ocurre en Un tipo serio de los Coen, hay un antes y un después de la ceremonia del Bar Mitzvá, que parace actuar como catarsis y ensamblador final. Todd es judío, claro, y ya sabemos por Woody Allen o los hermanos Coen que eso imprime un especial carácter. ¡¡Me encanta este hombre!!


“AMAR A LOS NIÑOS Y OTRAS SOLEDADES” por Vladimir Eisenstein

No es fácil explicar el cine de Todd Solondz, porque no son fáciles de definir las emociones que provoca. La magnífica primera secuencia de “La vida en tiempos de guerra” es buen ejemplo de lo que estoy diciendo y una buena muestra de su estilo. Joy y Allen son un matrimonio interracial, ella con aspecto de iluminada vegetariana, diminuta y pálida como la leche; él un negro patibulario con la cara cortada ( es el Omar Little de “The Wire”). Cenan juntos para sellar su reconciliación. Lloran y ríen desconsolados sin poderlo evitar. Se quieren, se necesitan, quieren seguir juntos, pero ha sido mucho el dolor y la esperanza de que todo cambie es débil. Los sentimientos se entremezclan como las lágrimas y la risa. Son, además, como todos los personajes de Solondz, unos seres peculiares, estrafalarios, algo ridículos, heridos desde la infancia, sin duda. Raros, freaks.

Como espectador te sientes desconcertado. No sabes si reírte o conmoverte, no sabes si identificarte con esos tipos patéticos o burlarte de ellos. La escena acaba fatal: la camarera reconoce al marido como su acosador telefónico y le escupe a la cara. Ya sabemos cuál era el problema en la pareja y la reconciliación se aborta. Él no ha cambiado, no puede cambiar por muy consciente que sea del daño que hace y se hace y por muchas promesas de enmienda que haga. Amamos, pero somos incapaces de hacer nada por los demás, nuestra naturaleza es egoísta. ¿Qué sentido tiene entonces el perdón?

Este fatalismo está siempre presente en el cine de Solondz. De ahí que las duras cuestiones morales que aborda resulten simplemente trágicas. Si estamos determinados, si no podemos cambiar, los juicios morales o religiosos carecen de sentido. En “La vida en tiempos de guerra” el tema central es la pedofilia, retomando unos personajes de “Happiness”. Tema difícil de afrontar fuera del simplista e irreal esquema del diabólico pervertido que acecha a nuestros infantes. Padecemos una verdadera psicosis en esta sociedad que idolatra a los niños y que lleva a situaciones tan paradójicas como la detención de menores por pornografía infantil o la imposibilidad de acariciar a un niño ajeno sin despertar reacciones airadas. Andrew Jarecki ya abordó el tema en un excelente documental “Capturing the Friedmans” y en nuestro país Arcadi Espada estudió también un caso sucedido en el Barrio Chino de Barcelona en su imprescindible libro-reportaje “Raval”.

Pero “La vida en tiempos de guerra” es ficción y no documento, gracias a lo cual Solondz puede ahondar en la humanidad de víctimas y “pervertidos”, mostrándonos la dolorosa complejidad de las relaciones humanas, cómo dañamos y nos dañamos, cómo nuestros actos no son nunca inocentes y cómo la culpa o la lucidez no nos ofrecen salida ante la imposibilidad de cambio. Es cierto que “desviados” o no, en el cine de Solondz no encuentras a ningún ciudadano corriente, casi todos están desequilibrados, pero sería un error pensar que sus problemas nos son ajenos por ser singulares. Solondz tiene una visión grotesca del ser humano, pero esas caricaturas son nuestras caricaturas. Al fin y al cabo todos los humanos sufrimos igual. Los sentimientos son aquello que tenemos en común. No cabe reírse de estos “frikies” o pensar que Solondz pretender provocar o divertir con tipos disparatados, no estamos ante una comedia de Almodóvar. Aquí el humor es soterrado, ácido, la risa se atasca en el nudo de la garganta, porque lo que se nos muestra es hasta qué punto podemos ser ridículos en los momentos más emotivos.


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